En Había una vez una ratita muy presumida, que estaba barriendo
la escalera y algo le llamo la atención ¡ era una moneda !
después de mucho pensarlo, decidió que con esa moneda se
compraría un lazo rojo para ponerlo en su rabito.
Al día siguiente, salió rumbo al mercado con su moneda en el
bolsillo. Cuando llegó, pidió al tendero que le vendiera un trozo de
su mejor cinta roja. La compró y volvió a su casa.
Al llegar a su casita, se paró frente al espejo y se colocó el lacito
en el rabo.
Estaba tan bonita, que no podía dejar de mirarse. Salió al portal
para lucir su nuevo lazo y entonces se acercó un gallo y le dijo:
- Buenos días, Ratita. ¡Qué guapa que estás hoy!
- Gracias, señor Gallo.
- ¿Te casarías conmigo?
- No lo sé. ¿Cómo harás por las noches?
- ¡Quiquiriquí!- respondió el gallo.
- Contigo no me puedo casar. Ese ruido me despertaría.
Se marchó el gallo malhumorado. En eso llegó el perro:
- Pero, nunca me había dado cuenta de lo bonita que eres, Ratita.
¿Te quieres casar conmigo?
- Primero dime, ¿cómo haces por las noches?
- ¡Guauuu, guauuu!
- Contigo no me puedo casar, porque ese ruido me despertaría.
El perro se fue gruñendo y al rato apareció un burro que mirando
a la ratita le dijo
- Que bonita eres ! ¿ te quieres casar conmigo?
- No lo se- le respondió la ratita - ¿ como harias por las noches ?
- YyyyAAAAyyyaaaa
Uy no !- dijo la ratita - con ese estruendo me despertarías
Y el burro se fue cabizbajo por el camino.
Un Ratoncito que vivía junto a la casa de la Ratita, y siempre
había estado enamorado de ella, se animó y le dijo:
- ¡Buenos días, vecina! Siempre estás hermosa, pero hoy, mucho
más.
- Muy amable, pero no puedo hablar contigo, estoy muy ocupada.
El Ratoncito se marchó cabizbajo. Al rato, pasó el señor Gato, que
le dijo:
- Buenos días, Ratita. ¡Qué linda que estás. ¿Te quieres casar
conmigo?
- Tal vez, pero, ¿cómo haces por las noches?
- ¡Miauu, miau!- contestó dulcemente el gato.
- Contigo me casaré, pues con ese maullido me acariciarás.
El día de la boda, el Gato invitó a la Ratita a una comida para
celebrar el matrimonio.
Mientras el gato preparaba el fuego, la Ratita quiso ayudar y
abrió la canasta para sacar la comita. Con sorpresa vio que estaba
vacía.
- ¿Dónde está la comida?- preguntó la Ratita.
- ¡La comida eres tú!- dijo el Gato enseñando sus colmillos.
Cuando el gato estaba a punto de comerse a Ratita, apareció
Ratoncito, que los había seguido, pues no se fiaba del gato.
Tomó un palo encendido de la fogata y lo puso en la cola del
gato, que salió huyendo despavorido.
La Ratita estaba muy agradecida y el Ratoncito, muy nervioso le
dijo:
- Ratita, eres la más bonita. ¿Te quieres casar conmigo?
- Tal vez, pero, ¿cómo harás por las noches?
- ¿Por las noches? Dormir y callar. ¿Qué más?
- Entonces, contigo me quiero casar.
Así se casaron y fueron muy felices.
FIN
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