lunes, 13 de octubre de 2014

Los tres cerditos y el Lobo


Había una vez tres cerditos que eran hermanos y se fueron por el 
mundo a conseguir fortuna. El más grande les dijo a sus hermanos 
que sería bueno que se pusieran a construir sus propias casas para 
estar protegidos. A los otros dos les pareció una buena idea, y se 
pusieron manos a la obra, cada uno construyó su casita. 
- La mía será de paja - 
dijo el más pequeño-, la 
paja es blanda y se 
puede sujetar con 
facilidad. Terminaré muy 
pronto y podré ir a jugar. 

El hermano mediano 
decidió que su casa sería 
de madera
- Puedo encontrar un montón de madera por los alrededores - 
explicó a sus hermanos, 
- Construiré mi casa en un santiamén con todos estos 
troncos y me iré también a jugar. 

Cuando las tres casitas estuvieron terminadas, los cerditos cantaban y 
bailaban en la puerta, felices por haber acabado con el problema: 
-¡Quién teme al Lobo Feroz, al Lobo, al Lobo! 
- ¡Quién teme al Lobo Feroz, al Lobo Feroz! Detrás de un árbol grande 
apareció el lobo, rugiendo de hambre y gritando: 
- Cerditos, ¡me los voy a comer! Cada uno se escondió en su casa, 
pensando que estaban a salvo, pero el Lobo Feroz se encaminó a la 
casita de paja del hermano pequeño y en la puerta aulló: 
- ¡Cerdito, ábreme la puerta! 
- No, no, no, no te voy 
a abrir. - Pues si no me 
abres... ¡Soplaré y 
soplaré y la casita 
derribaré! Y sopló con 
todas sus fuerzas, sopló 
y sopló y la casita de 
paja se vino abajo. 

El cerdito pequeño corrió lo más rápido que pudo y entró en la casa de 
madera del hermano mediano. - ¡Quién teme al Lobo Feroz, al Lobo, al 
Lobo! 
- ¡Quién teme al Lobo Feroz, al Lobo Feroz! - cantaban desde dentro 
los cerditos. 
De nuevo el Lobo, más 
enfurecido que antes al 
sentirse engañado, se 
colocó delante de la 
puerta y comenzó a 
soplar y soplar 
gruñendo: 
- ¡Cerditos, abridme la 
puerta! - No, no, no, no 
te vamos a abrir. - Pues 
si no me abrís... 
¡Soplaré y soplaré y la casita derribaré! La madera crujió, y las paredes 
cayeron y los dos cerditos corrieron a refugiarse en la casa de ladrillo 
de su hermano mayor. 


- ¡Quién teme al Lobo Feroz, al Lobo, al Lobo! 
- ¡Quién teme al Lobo Feroz, al Lobo Feroz! - cantaban desde dentro 
los cerditos. El lobo estaba realmente enfadado y hambriento, y ahora 
deseaba comerse a los Tres Cerditos más que nunca, y frente a la 
puerta dijo: 
- ¡Cerditos, abridme la puerta! 
- No, no, no, no te vamos a abrir. 
- Pues si no me abrís... ¡Soplaré y soplaré y la casita derribaré! 
Y se puso a soplar tan 
fuerte como el viento 
de invierno. Sopló y 
sopló, pero la casita de 
ladrillos era muy 
resistente y no 
conseguía derribarla. 
Decidió trepar por la 
pared y entrar por la 
chimenea. 
Se deslizó hacia abajo... Y cayó en el caldero donde el cerdito mayor 
estaba hirviendo sopa de nabos. Escaldado y con el estómago vacío 
salió huyendo hacia el lago. Los cerditos no lo volvieron a ver. 

El mayor de ellos regañó a los otros dos por haber sido tan perezosos 
y poner en peligro sus propias vidas, y si algún día vais por el bosque 
y veis tres cerdos, sabréis que son los Tres Cerditos porque les gusta 
cantar: 
- ¡Quién teme al Lobo Feroz, al Lobo, al Lobo! 
- ¡Quién teme al Lobo Feroz, al Lobo Feroz! 

FIN




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